Aún es pronto cuando me aproximo cautelosamente a mi destino. Bajo un cielo gris ceniza la sencilla alameda, que precede al enorme edificio, semeja el acceso abandonado a un cementerio olvidado. Cuando llego al inicio del paseo me permito un rápido vistazo a mi espalda, tan solo para confirmar la inacción generalizada que me escolta, y de nuevo me detengo a observar el que ahora reconozco como el edificio del ayuntamiento. Seguir leyendo «Relato: Donnie S. Land (Epílogo)»
El soleado día que se intuía tras la puerta resulta no ser tal, así que un buen número de nubes grisáceas recorre intermitentemente el cielo cubriendo parcialmente la tan ansiada luz solar. La primavera luce un ligero vestido otoñal pero no importa, el día apenas se ha decidido a comenzar. Me desperezo, casi inesperadamente, cuando la ligera brisa acaricia mi rostro descubierto y reacciono a las gotas que la acompañan con una ligera inclinación de cabeza. Me sorprende en los labios el sabor de la humedad.
Mientras mi rostro esboza una media sonrisa comprendo que apenas debo ya esforzarme por parecer, sino que yo soy. Soy el receptor. Seguir leyendo «Relato: Donnie S. Land (IV)»
Entonces lo percibo. Un olor diferente al del tabaco. Con un dulzor propio , para nada similar al picante de la ceniza y el humo concentrado en la estancia. Un perfume que no es de este mundo pero que yo reconozco de manera primaria. Un miasma estancado que representa cierta esencia germinal, como de renuevo echado a perder. Lo inspiro con avidez y mis ojos persiguen un ligero sendero insinuado en el aire hasta posarse justo sobre mis manos que aún descansan sobre el sofá. Y bajo ellas, sobre el asiento central, lo veo. Veo a mi receptor y asimilo que ahora él, ese desconocido, es mucho más yo que yo mismo. Y me repito en letanía que yo debo ser el receptor.
Cuando percibo que estoy lo suficientemente repuesto me pongo en marcha. Avanzo un paso alejándome de la protección que me proporcionaba la pared. Luego dos. Y al tercero, me detengo. Un escalofrío veloz como un rayo me traspasa y comienzo a tiritar de manera espontánea. Estoy helado. Por primera vez me doy cuenta de que estoy desnudo. Que mi cuerpo recubierto de sudor permanece en el centro de la habitación y mi temperatura se desploma. Debo buscar ropa que me ayude a entrar en calor y, por supuesto, a pasar desapercibido. Esta es la premisa básica del informe de inicio; evitar la atención suspicaz de los curiosos. Ser uno de ellos. Ser el receptor.
Observo mi mano. Intento fijar mi mirada en ella y mis ojos se tornan llorosos. Mi visión, vidriosa como si traspasara un charco embarrado. Como si fuera algún astro ardiente lo que pretendo admirar. Parpadeo rápidamente varias veces. Me recompongo. De nuevo intento observar mi propia mano frente a mi rostro. Esta vez consigo vislumbrar su contorno reconocible y comprendo que algo de luz ha conseguido infiltrarse en la estancia. Seguir leyendo «Relato: Donnie S. Land (I)»
A través del espejo 